La diabetes mellitus es un tipo de patologías endocrino-metabólicas crónicas que se caracterizan por la presencia de una cantidad elevada de glucosa en la sangre de las personas que la padecen a consecuencia de la falta de insulina o el mal funcionamiento de dicha hormona.
La insulina es la hormona que el páncreas produce en respuesta a un aumento de la concentración de glucosa en sangre, generalmente resultado de la digestión y posterior absorción de los azúcares presentes en la comida. Cuando a las células del organismo llegan las moléculas de insulina se activan los mecanismos que permiten que la glucosa penetre al interior de las mismas. Si no hay insulina, o si las células no reconocen adecuadamente la presencia de la hormona, la glucosa no puede entrar en ellas. La consecuencia inmediata es la acumulación de este azúcar en el torrente sanguíneo y la incapacidad de las células de utilizar esta fuente de energía.
En algunas personas la diabetes se desarrolla porque el páncreas pierde la capacidad de fabricar la hormona como resultado de una reacción autoinmune del propio organismo contra las células que secretan la insulina. En otros casos, el páncreas mantiene la capacidad de producir insulina, pero es el resto del cuerpo el que se vuelve resistente a su acción.
Los síntomas de la diabetes incluyen una mayor frecuencia de la necesidad de orinar, ya que el exceso de glucosa se intenta eliminar a través de la orina, mediante los riñones, lo que se acompaña de un aumento de la necesidad de ingerir líquidos para evitar la deshidratación. Otros síntomas están más relacionados con la falta de energía, sobre todo en el sistema nervioso, que pueden llegar a provocar cansancio extremo, visión borrosa e incluso pérdida de conciencia. La aparición de los síntomas dependerá del tipo de diabetes y sus causas, pudiendo en ocasiones pasar desapercibidos durante largos periodos de tiempo, lo que dificulta su diagnóstico. Una diabetes sin el adecuado tratamiento puede generar complicaciones severas en la salud de las personas.
La diabetes mellitus puede presentar graves complicaciones si no se mantiene un adecuado control de los niveles de glucosa en sangre, tanto a corto como a largo plazo. Esto es lo que se conoce como complicaciones agudas, por un lado, y complicaciones crónicas, por otro.
Complicaciones agudas:
Hipoglucemia
Si la glucemia desciende demasiado, se produce una crisis aguda llamada hipoglucemia, también conocida como una bajada de azúcar. Esta se puede tratar mediante la ingesta de hidratos de carbono de absorción rápida, si los síntomas son leves, o una inyección de glucagón, si son más severos, lo que puede llegar a desembocar en la pérdida de consciencia de la persona con diabetes. Las hipoglucemias son la complicación más frecuente entre las personas con diabetes que precisan inyecciones de insulina o la administración de otros medicamentos hipoglucemiantes.
Hiperglucemia
La subida de los niveles de glucosa en sangre, por su parte, es la principal causa del resto de complicaciones de la diabetes. La hiperglucemia puede producir crisis agudas, que pueden tratarse mediante la inyección de una dosis de insulina, pero también pueden ser de mayor gravedad y requerir tratamiento médico urgente, especialmente si se acompaña de una elevación de la concentración de cuerpos cetónicos en la sangre, lo que produce una cetoacidosis, o si se desencadena un síndrome hiperglucémico hiperosmolar no cetósico, también conocido como coma hiperosmolar.
Las cetoacidosis son más frecuentes entre las personas con diabetes tipo 1
al inicio de la enfermedad, hasta que se pauta el tratamiento con las dosis adecuadas de insulina. Al no haber suficiente insulina en la sangre, el cuerpo de la persona con diabetes no puede utilizar toda la glucosa presente en el torrente sanguíneo, por lo que aparte de producirse la acumulación de azúcar en la sangre, el organismo tiene que recurrir a la digestión de las reservas de grasas y proteínas para obtener energía. El mantenimiento de esta situación durante varios días se manifiesta en la subida de la concentración de cuerpos cetónicos más allá del umbral saludable y provoca síntomas como náuseas y vómitos. El déficit prolongado de glucosa en el cerebro puede llegar a provocar un coma diabético.
El coma hiperosmolar, por otro lado, es la complicación aguda menos frecuente y se produce en aquellas personas, por lo general de mayor edad con diabetes tipo 2, que sufren una hipeglucemia extrema (más de 600 mg/dl). La consecuencia de esta mayor concentración de moléculas en la sangre es la deshidratación, que puede ser severa y hacer que la persona entre en coma.
Complicaciones crónicas:
Una hiperglucemia crónica, debida a un incorrecto tratamiento de la diabetes, puede generar complicaciones a largo plazo en diversos órganos del cuerpo. El aumento continuado o un mantenimiento elevado de los niveles de glucosa en la sangre generan dificultades circulatorias y en el intercambio de sustancias a nivel capilar entre la sangre y los órganos. Con el paso del tiempo, el funcionamiento de dichos órganos puede verse afectado y desembocar en otras complicaciones de salud, causadas por la diabetes, como retinopatías, neuropatías o nefropatías. Los altos niveles de glucosa en sangre como consecuencia de la baja producción de insulina pueden afectar, a medio y largo plazo, a diferentes órganos. Entre ellos los riñones, los nervios, el corazón, las extremidades inferiores o la vista.
Eventos cardiovasculares
Así por ejemplo, problemas circulatorios directos consecuencia de la diabetes en los capilares que irrigan el corazón pueden provocar infartos de miocardio. También pueden producirse infartos cerebrales o ictus si la mala circulación capilar afecta al sistema nervioso central
Neuropatía diabética periférica / Pie diabético
Los problemas de la circulación periférica pueden generar síntomas de piernas cansadas, hinchadas o entumecidas, pero también ir más allá y dañar a los nervios de las extremidades inferiores, lo que se conoce como neuropatía diabética periférica, con la consecuente pérdida de sensibilidad en las mismas. Esta patología, también conocida como pié diabético, predispone para que se produzcan llagas o ulceraciones que pueden pasar desapercibidas, llegando a ser necesaria, en los casos más extremos, la amputación de la extremidad.
Retinopatía diabética y problemas de salud visual
En los ojos los problemas en la circulación sanguínea por los capilares que nutren a la retina pueden llegar a afectar a la vista, pudiéndose producir diversos tipos de retinopatías diabéticas así como otros trastornos oftalmológicos, como glaucomas, edemas maculares o desprendimientos de retina.
Nefropatía diabética
Los riñones son los encargados de eliminar el excedente de glucosa a través de la orina. Los problemas circulatorios en estos órganos pueden producir una nefropatía diabética o incluso una insuficiencia renal.
Disfunción sexual
La diabetes también puede afectar a los nervios del sistema nervioso autónomo, con consecuencias que van desde problemas para regular la temperatura corporal hasta disfunción eréctil, pasando por alteraciones en los procesos digestivos.
Problemas de salud bucal
La hiperglucemia también aumenta el riesgo de inflamación de las encías (gingivitis y periodontitis), que pueden tener consecuencias para la salud bucodental de la persona con diabetes.
Infecciones
La presencia de glucosa en la orina favorece la proliferación de hongos y bacterias en el tracto genitourinario, por lo que pueden producirse con mayor frecuencia infecciones de vejiga (cistitis) y de riñones (pielonefritis), con el consiguiente riesgo de sepsis.
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